“Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.”
Así comienza la introducción de Gustavo Adolfo Bécquer a una de sus obras… Aunque toda mi vida he preferido la prosa al verso, Bécquer ha sido uno de mis pocos poetas favoritos. Realmente su obra no se limita a poesía, también están las leyendas, entre ellas se encuentran El miserere, El claro de luna, El monte de las animas y Maese Pérez el organista. Como he estado leyendo sobre fantasmas, algunas leyendas, entre otras cosas más para mis post de halloween, recordé estas leyendas y me dio por escribir de este autor.
Respecto a la poesía, Bécquer no fue el primer poeta que leí, de hecho me sorprendió el hecho de que me gustaran sus versos ya que desde pequeña favorecía por completo a la prosa. Mi primer acercamiento a la obra de Bécquer fue en un libro que antaño perteneció a mi madre, cuyas lecturas actuales son de temas religiosos. Confieso que en un principio me salte “las rimas” y comencé con las leyendas. La primera que leí fue “El monte de las animas” que habla de apariciones de fantasmas en (oh sorpresa) un monte en Soria. Comienza con la narración de Alonso a su prima, Beatriz, acerca de un relato de la zona sobre el monte… según cuenta la leyenda, en ese monte durante la noche de todos los santos, apariciones fantasmales de caballeros templarios recrean una batalla contra no recuerdo quienes… Beatriz no cree en la leyenda, al llegar a casa (habían estado paseando por el monte), ella nota que perdió una banda que pensaba entregar como un presente a su primo… Beatriz insta a Alonso a regresar al monte de las ánimas por ella, Alonso a pesar de estar convencido de la veracidad de la leyenda va. Pasan las horas y Alonso no regresa, Beatriz cansada se va a dormir, pero sonidos de pasos y puertas abriéndose la asustan y la mantienen en vela hasta el día siguiente. Cuando amanece, Beatriz sale de su cama y ve todo normal, comienza a pensar en lo tonto de sus miedos y de repente se percata de que la banda que Alonso había ido a buscar esta en el respaldar de una silla, desgarrada y ensangrentada. Cuando una de sus criadas entra a informarle de la lamentable muerte de su primo la encuentra muerta. La historia termina con el relato de una persona que paso la noche de todos los santos en el monte de las animas, vio la aparición de los caballeros templarios y sus adversarios, refirió el momento en que estos se alzaban de sus tumbas y también la aparición de una mujer quien era perseguida por los caballeros mientras daba vueltas alrededor de una tumba.
Creo que fue el hecho de que la mayoría de las leyendas tuvieran narraciones de fantasmas, locura, apariciones semejantes a aquella de Lorelei (un próximo post narraré esta leyenda) fue lo que me llamó la atención. Luego de leer un par de leyendas me animé a leer la poesía, la cual también tiene ese algo indefinible que hace que me sienta inexorablemente atraída hacia esos versos.
LIX
Yo sé cuál el objeto
de tus suspiros es.
Yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.
¿Te ríes…? Algún día
sabrás, niña, por qué:
Tú lo sabes apenas
Y yo lo sé.
Yo sé cuándo tú sueñas,
y lo que en sueños ves;
como en un libro puedo lo que callas
en tu frente leer.
¿Te ríes…? Algún día
sabrás, niña, por qué:
Tú lo sabes apenas
y yo lo sé.
Yo sé por qué sonríes
y lloras a la vez:
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer.
¿Te ríes…? Algún día
sabrás, niña, por qué;
mientras tú sientes mucho y nada sabes,
yo que no siento ya, todo lo sé.